LOS CÁTAROS.
El catarismo es la doctrina de los cátaros o albigenses, un movimiento religioso con influencias del Gnosticismo, Maniqueísmo y Zoroastrismo. Se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo X, logrando asentarse hacia el siglo XIII en el sur de Francia, especialmente en el Languedoc, donde contaba con la protección de algunos señores feudales vasallos de la corona de Aragón. De ahí que sus seguidores han pasado a la historia con el nombre de albigenses (por la ciudad Occitana de Albi, la antigua Álbiga, capital de la localidad francesa de Albi). También encontró adhesiones importantes en el norte de Italia.
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Los cruzados de Simón de Montfort tomaron Carcasona en agosto de 1209. La ciudad, que había sido un baluarte del catarismo, pasó a la Corona francesa con las tierras circundantes. |
Para los cátaros no había un solo dios, sino que existían dos realidades opuestas: el bien y el mal, y dos divinidades irreconciliables, Dios y Satán. El primero era el creador del mundo espiritual y el segundo había creado todo lo material: el mundo y sus criaturas. El espíritu vivía prisionero en los cuerpos de los hombres, atado por los deseos y las pasiones. Jesucristo, hijo de Dios, era un ser puramente espiritual que vino a la Tierra para proporcionar un bautismo que garantizaba la salvación: el consolamentum, que se había ido transmitiendo desde entonces mediante la imposición de manos. Era el único sacramento que admitían los cátaros y lo administraban los miembros más puros de la comunidad, los bons homes, a quienes la Iglesia católica llamó «perfectos» en son de burla.
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El franciscano Bernard Délicieux, enfrentado a la Inquisición, libera a los presos cátaros de Carcasona. Óleo de inspiración romántica por Jean-Paul Laurens. 1879. |
La Iglesia Católica consideró sus doctrinas heréticas. Tras un intento de frenar su crecimiento por medios pacíficos mediante el adoctrinamiento, y frente a su creciente influencia y extensión, la Iglesia terminó por invocar el apoyo de la corona de Francia, para lograr su erradicación violenta a partir de 1209, mediante la Cruzada albigense. Muchos de los cátaros sobrevivientes se refugiaron en España donde también fueron perseguidos, masacrados y quemados por herejía. A finales del siglo XIII el movimiento, debilitado, entró en la clandestinidad y se extinguió poco a poco.
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En 1255, los hombres del rey de Francia ocuparon el castillo de Queribus, que había seguido acogiendo a creyentes cátaros. Con esta conquista terminaron las campañas militares contra los albigenses. |
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