LA DESLEALTAD.
Es la enfermedad más difundida en la sociedad actual. No es nueva; lo nuevo es su penetración y hasta aceptación de la que goza actualmente. Sus extremos son la traición alevosa y la indiferencia impune. Los enfermos de deslealtad son aplaudidos socialmente y catalogados de inteligentes, piolas, pragmáticos, exitosos, triunfadores. Son puestos como ejemplos por las madres y perfiles elegidos como ejemplos para seguir. ¿Tiene cura? No la tiene. Una vez que se inserta en un cuerpo social sólo tiene una dirección, ir adelante. ¿Entonces? Sólo tenemos dos actitudes a seguir: hacerle caso omiso y actuar conforme a nuestros propios valores si queremos seguir formando parte del cuerpo social y ser felices acorde a nuestra definición, tratando de no acercarse a los contagiados, o contagiarse y ser uno más de los triunfadores desleales que abundan.
No te equivoques: el ser desleal tiene sus ventajas. Gozarás de los beneficios de este mundo, y no necesariamente te morirás de angustia como dicen por ahí. El desleal no sufre, porque para sufrir hay que tener valores, y no los tiene. El que sufre es el que no es desleal, porque compara su accionar con el del contagiado y percibe que los beneficios van hacia él y no hacia los que se comportan incorrectamente.
Gozar la lealtad es una virtud personal, no social.
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