FRANCISCO ARIZA. EL G.·.A.·.D.·.U.·. Y LA RELIGIÓN DENTRO DE LA MASONERÍA.


"Hablando del Gran Arquitecto, creemos que es conveniente señalar que en la Masonería éste no tiene ningún tipo de connotación religiosa. Y no puede tenerla porque la Masonería no es una religión, como pueda serlo la cristiana, la judía o la islámica, sino una organización iniciática que entrega al hombre los medios y los conocimientos necesarios para su perfeccionamiento como ser humano... la Masonería es una Ciencia y un Arte, y su Principio Supremo se manifiesta como la Inteligencia que organiza el Cosmos, el Templo Universal, de acuerdo al plan ideal concebido en su Sabiduría, que como se lee en el Libro de la Ley Sagrada «todo lo dispuso en medida, número y peso». Esto nada tiene que ver con un dios religioso al que se tenga que «adorar», como si se tratara de algo que está fuera del hombre y no constituyera su esencia misma. Como dice a este respecto René Guénon:

"El símbolo del Gran Arquitecto del Universo no es la expresión de un dogma, y si se comprende como debe serlo, puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones filosóficas, porque esto no implica por su parte el reconocimiento de la existencia de un Dios cualquiera".


No es, por tanto, la adscripción a un «dogma» religioso lo que se pide a quien entra por primera vez en el templo masónico, pues de los símbolos allí presentes no se desprende ninguna enseñanza de ese tipo. No se trata de «creer» en el símbolo, sino de comprenderlo, pues en la medida en que lo comprendemos y nos penetramos de su significado profundo seremos uno con la idea que lo conforma. El masón toma al símbolo como vehículo de Conocimiento y no como un objeto de «culto», pues sabe que no hay que confundir al símbolo con lo que éste simboliza.

Pero el hecho de que la Masonería no sea una religión no impide que existan masones que en su vida privada, y en el ejercicio de su libertad, practiquen un credo religioso determinado, o bien que no practiquen ninguno. Esto a la Masonería no ha de importarle, pues esas creencias, ya sean religiosas o de cualquier otro tipo (filosóficas, científicas, políticas, etc.) han de dejarse, junto con los metales, en la puerta del Templo, y esto es algo que el masón ha de cumplir estrictamente, pues está implícito en el juramento que realizó ante las «Tres Grandes Luces» de la Orden. Como dice nuevamente Guénon en otro artículo titulado «La Gnosis y la Franc-Masonería», ésta:

"debe ser pura y simplemente la Masonería. Cada uno de sus miembros al entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción universal".


Por decirlo de alguna manera, lo único verdaderamente esencial que la Masonería «exige» a sus miembros es una voluntad firme en el «desbastado» y «pulimento» de la Piedra bruta, que como dicen algunos rituales «es un producto grosero de la Naturaleza que el Arte de la Masonería debe pulir y transformar». Ese desbastado y pulimento es justamente el símbolo del trabajo del masón consigo mismo, lo cual lleva a cabo con las herramientas o «útiles» que la Orden le va ofreciendo a lo largo de toda su carrera masónica, aprendiendo en primer lugar a separar alquímicamente lo «espeso de lo sutil», el «caos» del «orden», lo «profano» de lo «sagrado», pues dicha separación constituye la premisa fundamental a cumplir en las primeras etapas del proceso iniciático, hasta que con paciencia y perseverancia logre alcanzar ese perfeccionamiento, ejemplificado en la Piedra cúbica y tallada.


Recordemos que la iniciación, o vía en el Conocimiento, despierta en el hombre sus cualidades innatas, las cuales, y mientras no se produzca la recepción del influjo espiritual, permanecen «dormidas» o «replegadas» en su estado ordinario, que por ello mismo se asimila al «sueño» y a lo potencial. La influencia de la iniciación no añade nada que el hombre no posea ya y no forme parte de su propio ser. Por ello, estamos de acuerdo con Arturo Reghini cuando dice que el perfeccionamiento al que nos referimos está ligado al conocimiento y al reconocimiento de la naturaleza humana y sus posibilidades inherentes. Es necesario realizar el antiguo precepto del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Es necesario buscar en sí mismo el misterio del ser, considerar la vida humana, sus funciones, sus límites y la posibilidad de sobrepasarlos; intervenir activamente en su curso, no abandonarlo a la deriva, descubrir y despertar los gérmenes latentes, los sentidos y los poderes todavía desconocidos, dormidos y ocultos. Es necesario, en fin, realizar una obra de edificación espiritual, una transmutación, alcanzar la virtud y el conocimiento.

Para lograr ese fin el mismo Reghini nos dice que no existe otro medio que:


"el trabajo masónico basado y sostenido por la iniciación simbólica, es decir conferida y obtenida a través de la inteligencia de los símbolos masónicos familiares, a imagen de la obra de arte que se realiza con los instrumentos del oficio".


Por nuestra parte diremos que la expresión «Conócete a ti mismo» debería figurar también en el frontispicio de los templos masónicos. En verdad, nada hay más importante para el hombre que conocer su verdadera identidad, saber quién hay detrás de esa máscara a la que llamamos «personalidad», y que la Masonería identifica con los metales del hombre viejo, «sumergido, como dicen los rituales, en las más profundas tinieblas». La idea de transmutación nos habla directamente del proceso alquímico, y de hecho, como ya dijimos, el «Arte Real» masónico, desarrollado a través de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, es idéntico a la «Gran Obra» de la Alquimia, por lo que puede hacerse una transposición totalmente coherente entre el simbolismo alquímico y el simbolismo constructivo y arquitectónico. La Piedra bruta de la Masonería es, en este sentido, lo mismo que la «materia prima» de la Alquimia: tanto en una como en otra están contenidas de manera potencial o virtual todas las posibilidades que conducen al hombre hacia su regeneración, posibilidades que, en el caso del Aprendiz, comenzarán a desarrollarse y a crecer gracias a la influencia espiritual o intelectual (pues ambos conceptos expresan lo mismo) transmitida a través de los símbolos y ritos de la Orden".



(Francisco Ariza).

Obra: La Masonería. Símbolos y Ritos.

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(1) «A propos du Grand Architecte de l’Univers», artículo perteneciente al volumen II de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage.

(2) Ibid. Este artículo ha sido traducido en el Nº 13-14 de la revista Symbolos, págs. 192-195.

(3) Considérations sur le Rituel de l’Apprenti Franc-Maçon.



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